Por Carlos Loret de Mola- El
presidente Peña mandó a su opositor López Obrador un mensaje por esas dos vías:
vamos a reunirnos
Después de
no tener contacto alguno por cinco años, el entonces presidente Enrique Peña
Nieto quiso mandar un mensaje al líder opositor Andrés Manuel López Obrador.
Varias personas se lo habían recomendado: vienen las elecciones en el Estado de
México, es tu estado, tienes que hablar con Andrés Manuel, está muy fuerte
Morena y él está creciendo mucho para la sucesión de 2018.
Peña Nieto
estaba vapuleado, arrinconado. Era su quinto año de gobierno y desde el doble
golpe Ayotzinapa/Casa Blanca no había podido articular narrativa ni gobierno,
discurso ni administración. Su poder estaba casi extinto y a él no se le veía
con capacidad de darle la vuelta a la situación: llevaba tres años noqueado
políticamente, acumulando escándalos de corrupción, con dos oposiciones
enardecidas (el PAN de Anaya y Morena de AMLO) y con su equipo dividido por la
sucesión.
Sus
consejeros recomendaron a Peña tender puentes con López Obrador. Incluso
algunos se ofrecieron como intermediarios. Escogió a dos: un político,
amiguísimo de él, uno de sus principales operadores en el sexenio; y un empresario
poderoso e influyente, también de su estrecho círculo de querencias.
Ambos
tenían relación e interlocución con AMLO.
El
presidente Peña mandó a su opositor López Obrador un mensaje por esas dos vías:
vamos a reunirnos. La respuesta del tabasqueño fue clara: no… por ahora. Le
mandó decir de regreso que le demostrara respeto en la elección del Edomex, que
le ganara a la buena o aceptara su derrota a la buena, y que en función de eso,
podría darse otro contacto. Faltaban pocas semanas para la elección en el
Estado de México entre Delfina Gómez y Alfredo del Mazo.
El
resultado de esa elección favoreció al priista Del Mazo, pero López Obrador no
incendió el Estado, no bloqueó el Paseo Tollocan, no hizo más allá de lanzar
dos o tres declaraciones sin mayor peso. Es decir, AMLO terminó evaluando que
Peña Nieto se portó bien y que se la ganó a la buena. Todo esto, relatado por
fuentes de primer nivel.
Así que
después de la contienda mexiquense, ya de cara a la campaña por la Presidencia,
continuaron los contactos. Se había logrado establecer una línea de
comunicación entre el presidente en funciones y el que sería su sucesor.
SACIAMORBOS
Está claro
que López Obrador tiene deseos de relevar a su secretaria del Trabajo, una de
las jóvenes del gabinete, Luisa María Alcalde. Cuentan que por lo menos a tres
personas ya les ofreció esa dependencia, y las tres declinaron. Al cabo que en
la propia “4T” saben que la verdadera titular de la Secretaría no es ella, sino
su papá, uno de los orgullos de la izquierda sindical, Arturo Alcalde
Justiniani.
Casualmente, la oficina de la secretaria del Trabajo tuvo mudanza
en este sexenio. Estaba en Paseo de la Reforma y ahora está en la colonia
Narvarte, mucho más cerca de un famoso y conocido despacho, en esa misma
colonia, donde según dicen los que saben, trabaja el papá y se mueve el
verdadero poder de la dependencia.
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