Como si todo girara en círculos infinitos, como si las horas y los
años y el tiempo no transcurrieran y los días se fueran repitiendo en un
interminable laberinto espejeado, una vez más el Paseo de la Reforma se
llena de tiendas de campaña, algunas ocupadas, otras vacías y muchas
adornadas con la bandera nacional; Las más simples y sin decorado,
improvisadas como la naturaleza misma de la protesta por la cual brotan
como hongos azules en el suelo de cemento.
Es el campamento sin nombre de los protestantes del Frente Nacional Anti AMLO, al cual han llamado FRENA.
Ayer nos ocupamos de sus peticiones y sus desmesuras, su condición
amateur, su improvisación, por lo cual hoy es mejor analizar las
reacciones desde el poder al cual quieren remover y las diferencias con
una movilización profesional cuyo dirigente de entonces, presidente hoy,
con sardónica benevolencia, cazurro, los exhorta a sentarse en el suelo
hasta ver cómo los arrolla el ferrocarril del aburrimiento e irse por
donde vinieron.
Con las ganas de su renuncia se quedarán los manifestantes, pero
mientras les llega el momento del desconsuelo y la frustración por no
lograr su empeño, han dejado constancia de una inconformidad cuyas
dimensiones futuras nadie conoce. Podría crecer junto con otras, si se
aglutinan.
Mientras, valdría la pena recordar cómo fue aquella ocupación urbana
del 2006 cuando Andrés Manuel se apoderó del corazón del país, lo
estrujó en el puño de su discurso de incendio –continuado hasta el día
de hoy, todos los días sin pausa ni fatiga-, y trazó la carretera que lo
iba a llevar del exterior al interior del Palacio Nacional, a vivir
dentro de él, a quedarse para todos los años de su régimen con la plaza
como su patio, su espacio, su ámbito natural.
En aquel año, muchos de los actuales eminentes de la Cuarta Transformación, estaban en el campamento.
Ricardo Monreal, con una chamarra de lana, sombrero de petate
campirano de Fresnillo en el contingente de los zacatecanos como si
estuviera en la heroica defensa de la Bufa y en espera de Felipe Ángeles
y los villistas; Marcelo Ebrard, quien tenía en aquel tiempo otro cargo
y otra esposa, atestiguando las clases de pintura de Mariagna Prats;
Alejandra Barrales daba clases de “aerobics” cerca del Cine Diana;
Arturo Núñez, quien llegaría al gobierno de Tabasco y cuyo hijo es hoy
alcalde en Cuauhtémoc, resistía con la vista puesta en el lejano
Grijalva.
Todos estaban ahí. Enhiestos, firmes en defensa del voto, en defensa de la dignidad, de la democracia. O eso decían.
Alejandro Encinas, hoy subsecretario de Gobernación, había
sustituido al entonces caudillo de la insurgencia electoral y desde la
prestada silla del Gobierno del desaparecido DF, proveía al campamento
de todo lo necesario. Los dejaba robarse la energía, les dotaba con
letrinas y sonido; servicios médicos, asistencia, garrafones de agua y
alimentos.
El kilométrico tenderete era a un tiempo ágora y barricada. Pero también picota.
Frente al Hotel Majestic se había alzado una estructura de madera con
las fotografías de los comunicadores de la radio y la TV. Ahí estaban
Pepe Cárdenas, López Dóriga; el elenco de “Tercer Grado” con la leyenda
de burla, “¿Tercer Grado?, ni de primaria, cabrones”.
Y más allá la reina de todas las mantas:
“Señora Hinojosa, ¿por qué parió esa pinche cosa?”
Después de un mes, la irritación por el campamento iba en ascenso.
Millones de pesos en pérdidas en todos los comercios del eje
Zócalo-Chapultepec, el cual había sido proyectado como un corredor
turístico, ya resultaban carga insoportable y disyuntiva terrible:
levantar el plantón era reconocer un fracaso: no se había logrado el
recuento.
Y se venía encima del desfile militar del 16 de septiembre. Los
tanques o las tiendas de campaña. Había tensión y negociaciones.
Entonces se recurrió a la Presidencia Legítima. Sólo para salvar cara.
La imagen de tolerancia se ofreció cuando ya hasta los afines se manifestaban –real o fingidamente--, contra el plantón.
Carlos Monsiváis escribió un texto célebre:
"…Andrés Manuel López Obrador, AMLO o “El Peje” es un fenómeno de
masas… dado a improvisaciones no muy felices y a iniciativas desastrosas
como el bloqueo del Paseo de la Reforma, López Obrador, sin embargo, es
un excepcional líder de masas, que inspira entusiasmos y devociones… “
Iniciativa desastrosa, decía Monsi. Se equivocaba.
So hubiera sido un desastre no lo habría catapultado como el único capaz de Atomar la plaza después de Winfield Scott.