Director: Manuel Cabrera, Gerente: Laura Carmona. Hoy es Sábado 21 de Abril del 2018 Ciudad Juárez, Chih. MX
Manú Dornbierer Debates Por ahí (pudo ser en Astillero), alguien dijo que el debate del 18 de este abril 18 en Canal 11 no era un debate entre Sheinman y Barrales y menos aún con el montón inaudito de aspirantes, incluyendo el tal PRI Mikel, que puso el INE para estorbar lo más posible a Morena.
Los acuerdos de la Cumbre sobre Venezuela ANDRÉS OPPENHEIMER A juzgar por lo que me dijeron más de media docena de presidentes y cancilleres con quienes hablé en la Cumbre de las Américas del 13 al 14 de abril, la reunión no fue un fracaso total: varios países acordaron explorar pasos concretos para aumentar la presión regional para la restauración de la democracia en Venezuela.
Casting, no debate Aurelio Ramos Méndez Velan armas de un modo ofensivo para los ciudadanos los cinco candidatos que mañana se enfrascarán en un dizque debate, en realidad un casting propio el mundo de los espectáculos.
Trascendió Siempre en privado Que después de difundir toda la semana, siempre en privado, que se iba con José Antonio Meade tras su fracaso como aspirante a candidato independiente, al final anoche Armando Ríos Piter se animó a ventilar su conversión de forma pública en un encuentro con el abanderado del PRI en la taquería La Lechuza.
Frentes Políticos I. De primaria. I. De primaria. A José Luis Chanito Toledo el panorama le pintaba insuperable, pero el expriista, en su ansiedad por ser alcalde de Benito Juárez, en Quintana Roo, presentó un documento apócrifo sobre residencia.
Pepe Grillo Voto útil a la vista Durante varios meses nadie se atrevió ni siquiera a mencionarlo, pero la posibilidad de un operativo de voto útil se abrió.
El Diario Golpean a policías crimen y Hacienda O sea que la Secretaría de Hacienda del Gobierno estatal pretendió tapar un hoyo abriendo otro pero con tan mala fortuna que no resolvió ningún problema. Empezó a pagar algunas miserias de los adeudos que tiene con los maestros de la Sección 42 que mantienen su paro de labores. Empezaron a pagar pero con cargo a las compensaciones mensuales de agentes policiacos y ministeriales estatales.
Ráfagas -Maestros con solución a medias SOLUCIÓN.- Aunque por fin hubo acuerdo para el diálogo, si los maestros del subsistema estatal no flexibilizan su postura, no habrá solución por parte de la Secretaría de Educación y Deporte, pues el pago retrasado que reclaman y que ha comenzado a fluir, según los que saben, es un avance mínimo para la demanda principal en este conflicto.
Un rinconcito Hoy de Cristo para ti: Recapacitemos Pareciera que a veces perdemos la dirección en cuando a nuestra vida espiritual se refiere. Por alguna razón nos descuidamos o nos acomodamos a una vida mediocre en el Señor y de pronto nos encontramos perdidos, sin un rumbo, haciendo lo que antes hacíamos y viviendo como antes vivíamos.
Red Privada / « Entre los monjes por Mario Vargas Llosa»
Fecha: 05 de Noviembre del 2017 | Reportero(a) Manuel Cabrera
*PIEDRA DE TOQUE Entre los monjes por Mario Vargas Llosa
En
medio de un silencio donde lo que sucede en el siglo, como la crisis de
Cataluña, llega en modo de eco, los benedictinos viven un tiempo que
gira sobre si mismo
CUADRO: FERNANDO VICENTE
El monasterio está rodeado de montañas y de bosques que, en
este pleno otoño, exhiben sus colores cobrizos y dorados con orgullo.
La parte más antigua del local, la del altar, es románica, del siglo XI,
y el resto de la iglesia un gótico del XVI. El enorme edificio ha sido
deshecho y rehecho varias veces, pero las viejísimas piedras siguen
siempre allí, enormes, inmortales, preservando el silencio. Es lo que me
impresiona más, fuera de la regla de San Benito, escrita en el siglo
sexto, que sigue regulando el funcionamiento de éste y todos los
monasterios benedictinos en el mundo; con algunas adaptaciones a la
época, claro está, como la supresión de los castigos corporales y la
exclusión de los niños abandonados que, por lo visto, recogían las
comunidades medievales. Hay veintiún monjes, tres de ellos novicios, en
éste en el que paso cuatro días, una experiencia que deseaba tener desde
que leí La montaña de los siete círculos, de Thomas Merton, hace muchos
años. El abad está contento porque hay otros tres posibles novicios en
perspectiva. La continuidad del monasterio parece, pues, asegurada.
El
silencio es tan intenso que se lo escucha y, cuando uno habla dentro
del recinto, sólo susurra y sintetiza, con la mala conciencia de estar
cometiendo una falta. Que los monjes casi no hablen entre ellos no
significa que estén callados. Todo lo contrario. Desde las seis de la
mañana hasta las diez de la noche cantan sin cesar, en latín, vigilias,
laudes, tercia, sexta y nona, vísperas y completas, además de las misas
diarias, que son todas cantadas, y los rosarios vespertinos. Pero los
jueves en la tarde tienen un recreo; pueden salir a pasear por el campo,
siempre en grupo, y conversar entre ellos. El silencio es estricto en
el refectorio a la hora de las comidas, durante las cuales un monje lee
siempre en voz alta textos piadosos, vidas de santos o informaciones
religiosas.
La televisión y la radio están prohibidas, pero el
monasterio recibe dos periódicos —no pude averiguar cuáles—, de modo que
los monjes no están totalmente desinformados de lo que ocurre al otro
lado de esas altas murallas entre las cuales han elegido pasar el resto
de sus vidas. Sin embargo, tuve la impresión de que lo que ocurre allá,
en el siglo, no les importa demasiado. Si les importara, tal vez les
sería más difícil aceptar esa existencia hecha de silencio, pobreza y
soledad, de rituales y oraciones sin término, de tiempo que no fluye
sino gira sobre sí mismo. Son unos días muy graves para España, tal vez
los peores de su historia, cuando una conjura separatista parece a punto
de provocar una catástrofe sin precedentes en el reino más antiguo de
Europa; y, sin embargo, aquí, a mi alrededor, nadie parece alterarse con
semejante perspectiva. Sólo en la misa del domingo el abad, con
austeras palabras, pide unas oraciones para España y Cataluña.
Nadie parece aquí triste y ni desesperado; son contagiosos el entusiasmo y la alegría de los monjes
Nadie parece aquí triste y mucho menos desesperado; son
contagiosos el entusiasmo y la alegría con que los monjes entonan los
salmos en la iglesia, las bellas voces que se distinguen durante la rica
liturgia. Hay algunos viejecitos entre ellos —y uno que “ha perdido ya
la cabeza”— pero la mayoría están en la flor de la edad, como el
bibliotecario que en la biblioteca del claustro me muestra, feliz, dos
incunables y una primera edición de San Juan de la Cruz. Y como el abad,
hombre sabio, muy culto, con el único que llego a tener un amago de
conversación. En la orden, según él, funciona una genuina democracia;
los monjes eligen a su abad y pueden también deponerlo cuando piensan
que no está a la altura de sus funciones. Dentro de la regla de San
Benito, cada comunidad se organiza como mejor le convenga, tomándose las
mayores libertades, sin sujetarse a un único modelo. En ésta, por
ejemplo, tanto para aceptar a un novicio como para admitirlo en el
monasterio luego de los dos años de noviciado, es preciso que al menos
tres cuartas partes de los monjes lo aprueben. No todos los monjes son
sacerdotes; los que lo son han debido seguir, luego del noviciado, un
mínimo de seis años de estudio de teología, siempre lejos del lugar en
el que luego vendrán a enclaustrarse.
¿Muchos abandonan? Poquísimos. La razón, según mi
interlocutor, es que no es nada fácil ser admitido en la comunidad; ésta
debe estar convencida de que hay una verdadera vocación en el
aspirante, una conciencia clara de lo que va a perder y de lo que va a
ganar. Cuando resulta más o menos evidente que no está en condiciones de
continuar, la comunidad se adelanta a persuadirlo de que abandone, pues
hay otros modos de buscar a Dios y de servirlo.
¿Puede apreciar cabalmente un agnóstico como yo lo que
significa la entrega de estos hombres (y mujeres, pues la regla de San
Benito regula también muchos monasterios de monjas de clausura) a su fe?
Seguramente, no. Es probable que sólo se pueda entender que haya
quienes eligen un destino de aislamiento, frugalidad, rutina y
espiritualidad tan extremados, si se cree que hay otra vida después de
ésta, en la que un ser supremo sanciona el mal y recompensa el bien, y
que este es el mejor camino del perfeccionamiento y la salud.
Ellos nos defienden de la desintegración política y moral, del retorno al salvajismo primitivo
Lo que un agnóstico puede entender y admirar en este lugar y
en estas personas es lo que T. S. Eliot llamó la continuidad de la
cultura y la importancia que para la civilización tienen las formas. San
Benito no fue sólo exponente mayor de una creencia religiosa, sino el
adelantado de una manera de ser, de creer y de actuar que cambiaría la
historia del mundo, echando los fundamentos de una sociedad más libre y
más justa de las que había conocido la humanidad hasta entonces, de una
cultura que dejaría una huella trascendente en la historia. Ella estuvo
cargada de violencia, por supuesto, y, también, de injusticias, como
todas las historias. Pero evolucionó, fue dejando atrás lo peor que
había en ella, el fanatismo, la intolerancia, los prejuicios, fue
aprendiendo a coexistir con quienes la criticaban y negaban, y, al mismo
tiempo, dejando testimonios en las artes, en la literatura, en la
filosofía, en las costumbres, de unas formas que distinguían lo bello de
lo feo y de lo horrible, lo malo de lo bueno, lo aceptable de lo
inaceptable. Esa cultura ha hecho el mundo más vivible para millones de
millones de personas. Por eso la supervivencia de semejante pasado en un
presente tan confuso como el nuestro es necesaria, una manera de evitar
retroceder de nuevo a la barbarie. Esto no es imposible. España ha
estado a punto de vivir en estos días esa regresión a la pura barbarie
que es el nacionalismo, un retroceso a épocas que parecían superadas y
que sin embargo seguían siempre ahí, amenazando desde las sombras con
resucitar odios y enemistades, el viejo fanatismo que está detrás de
todas las matanzas.
Estos monjes acaso no lo saben, pero, haciendo lo que hacen,
mantienen vivas las raíces de nuestra civilización, nos defienden de la
desintegración política y moral, del retorno al salvajismo primitivo,
ese mundo de instintos en libertad en el que, según la metáfora de
Georges Bataille, en la jaula en que vivimos todos los ángeles podrían
ser devorados por los demonios.
Ha sonado el silbato. Dentro de cinco minutos, exactamente, empezará a sonar el órgano y estallarán los cantos gregorianos.
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