FRANCISCO RODRÍGUEZ
Ni chairos ni fifís: el centro político que anhelamos
El centro democrático mexicano no está equidistante entre izquierda y
derecha. Siempre ha sido difícil de definir, pero sí está hoy entre los
que se ajustan al sentido común, la sensatez, la lógica, el sentido de
la proporción y todos esos atributos personales de los políticos que
separan al hombre de los primates.
El centro político, antropológicamente considerado, no se encuentra
entre los que sólo escogen la posición ideológica y se ubican entre
liberales y conservadores, entre revolucionarios y reaccionarios, entre
fifís y chairos declarados, entre federalistas y centralistas, como
apunta la historia d este país.
Esas geometrías políticas quedaron olvidadas cuando la población se
frustró ante la derecha amarga y la izquierda sedicente impulsiva.
Porque en el fondo siempre se fue lo mismo. Hoy, el ochenta por ciento
de ciudadanos reniegan del partidismo, rechazan ser catalogados en
cualquiera de esas definiciones, ya superadas por la experiencia.
México hoy exige seriedad, conocimiento del paño, experiencia,
profesionalismo probado, conocer el difícil arte de gobernar un país
moderno necesitado de visiones de gran calado. Ya no quiere más locos,
iluminados, impulsivos, creyentes en destinos superiores del pueblo.
Hay que tener una visión integral del mundo
Hoy, conocer y ajustarse a la ley, saber a fondo los rebotes de las
decisiones y del aparato, la interrelación económica entre las regiones
productivas y menesterosas es más que nunca indispensable en grado
extremo.
Conocer la ubicación de México en el mundo, las vinculaciones
geoestratégicas, ya no es un asunto de voluntarismo, ni es una cuestión
que pueda solucionarse sólo con buenas intenciones. México está ubicado
en medio de una vorágine política y económica que es necesario
descifrar.
Sobre todo, no creer que abusando de la presunción de pequeñas
virtudes, todas finalmente prescindibles, sino tener una visión integral
del mundo, una visión de gran calado que no permite perderse en las
pasiones ni en los instintos primarios de todo individuo fuera del
poder. Del inmenso poder que otorga la Constitución.
Un país no puede ser producto de la copia
El mexicano moderno ya no comulga con las posiciones antiguas.
Después de las últimas experiencias ha optado por tomar distancia de
ellas. Prefiere a quien le demuestre que tiene una idea de un mundo con
poderes multipolares, no con quienes abusan de un poder monocorde. Con
quien sabe medir las fuerzas de las potencias emergentes en todas
latitudes.
La globalización ya no es la panacea. La solución, sabe el mexicano
moderno, está en nuestras raíces. Sabe que un país no puede ser producto
de la copia. Sabe que la supervivencia en el mundo moderno no puede
depender del efectivo monetario del poderoso narcotráfico.
Sabe que las Fuerzas Armadas no deben tener ni ejercer una función
diferente de las que les definen la Constitución y las leyes. Sabe que
lo que es materia civil, tiene que seguir administrada y controlada por
servidores públicos civiles. No debe ser de otra forma, pues se corre el
riesgo de depender de las armas, lo cual nunca ha sido recomendable en
este país.

Nadie puede imponer retrocesos ni cambios de timón
Sabe que debe haber un nuevo criterio para el Pacto Federal. Sabe que
la recaudación y la participación en los recursos presupuestales debe
ser equitativa, proporcional y equilibrada, como lo establecen la.
Constitución y las leyes reglamentarias de la misma.
Sabe que los organismos autónomos deben subsistir cada vez con
mayores atribuciones. Lo mismo que el Poder Ejecutivo debe recuperar su
carácter de ejecutivo, no sólo dedicarse a monitorear lo que hacen otras
autoridades en diversos niveles del poder republicano.
Sabe que es el momento de hacer materias constitucionales el
crecimiento demográfico, el alcance ciudadano de los juicios de amparo,
las políticas de Estado de educación, seguridad y desarrollo económico,
el impulso cultural de nuestro pueblo, la imaginación y la creatividad
de los mexicanos.
Sabe que el modelo de desarrollo que debe plasmarse en la
Constitución debe partir del crecimiento del mercado interno y la
autosuficiencia agroalimentaria, para que sus excedentes se apliquen en
la industrialización y en el sector de los servicios, y no al revés,
como lo han hecho tanto la izquierda como la derecha reaccionarias
ambas. Sabe que en esta materia nadie puede imponer retrocesos ni
cambios de timón.
El manejo de los medios debe dejar de ser faccioso
Sabe que todos los servidores públicos deben
someterse a la ley, sin subterfugios ni evasiones producto de fueros y
procedimientos previos de hueva. Sabe que debe hacerse realidad el
respeto y la promoción de las energías limpias, renovables, y castigar
enérgicamente la contaminación.
Sabe que el partido en el gobierno no debe ser ya jamás el partido
oficial, con las canonjías y prebendas que todos conocemos. Que el
manejo de los medios debe dejar de ser faccioso y fascista. Que una
autoridad sólo puede hacer lo que la ley le autoriza y que los
ciudadanos pueden hacer todo aquello que no esté expresamente prohibido
por las leyes. Que ese es el principio válido del Estado social y
democrático de Derecho en todos los confines de la Tierra.
Única vía, recuperar el centro político nacional
Sabe el ciudadano mexicano que todo lo anterior se reduce a la
observancia de ciertas reglas sencillas y muy difíciles de aplicar por
megalómanos y resentidos que se apoderan ilegítimamente del poder, por
los farsantes que están destruyendo las bases de la convivencia.
Sabe que sólo saliendo a votar el próximo 6 de junio podrá recuperar la esencia de lo que ha sido y de lo que puede ser.
Sabe que en sus manos está el restablecimiento de la concordia, de la unidad y del progreso nacional.
Sabe que si quiere recuperar el centro político nacional que anhela,
ésa es la única vía, con excepción de todas las demás. Sabe que los
males de la democracia sólo se curan con más democracia.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: El viejo chiste está
otra vez de moda. Sale el Presidente de México de una reunión en el
edificio sede de la ONU, en Manhattan. Y le da instrucciones al
conductor de la limousine en que lo transportan: Avisa con la
direccional que vamos a dar vuelta a la izquierda y, rápidamente, voltea
a la derecha. Así el gobiernito actual: se dice de izquierda, pero sus
decisiones son similares a las de la derecha más rancia.
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