Contra todos los pronósticos de Palacio Nacional, no será fácil que
hoy se pueda sacar el Presupuesto para el 2020 sin tocarle ni una coma
como lo exigió el presidente López Obrador a sus legisladores hace dos semanas en una caótica reunión, de la que se fue visiblemente enojado.
Esa
tarde, el Presidente se enfrentó, por primera vez, a la reacción y
oposición abierta de un importante grupo de legisladores de Morena, el
PT y el PES, que se sintieron insultados cuando el Presidente los acusó
de corruptos porque reclamaban mantener los apoyos para el campo.
Existe confusión y desconocimiento sobre el funcionamiento del campo.
Por supuesto que han existido en el pasado los llamados “moches”,
recursos presupuestales que se otorgaban a organizaciones o legisladores
para impulsar sus propios proyectos y que servían para proselitismo, o
simplemente para aumentar fortunas de líderes campesinos y legisladores:
se daban para el campo y para la ciudad.
Pero en lo que el Presidente y la Secretaría de Hacienda califican
ahora de “moches” se incluyen una gran cantidad de programas y de apoyos
de todo tipo, sobre todo para la industria agrícola, imprescindibles,
muchos de ellos, para el enorme éxito que ha tenido ese sector. Tenemos
un campo pobre, de subsistencia, pero tenemos también un campo exitoso,
rico, exportador, generador de riqueza y de empleo, que en el discurso
oficial parece no existir.
Cuando Hacienda dice que cortó en el Presupuesto 2020 los “moches” de
91 mil a 25 mil millones de pesos, en realidad lo que dice es que cortó
algunos programas clientelares, pero también que está desapareciendo
muchos de esos programas de apoyo claves para el desarrollo agrario.
Cuando el Presidente sigue calificando a los líderes de las distintas
organizaciones campesinas, incluyendo las de Morena, de corruptos que
se rebelan porque se les acabaron los “moches” y porque ahora los apoyos
irán en forma directa a los campesinos, está hablando de los campesinos
más pobres, de los que en muchas ocasiones sí están encuadrados en
organizaciones que se quedan con parte de esos recursos, pero no está
hablando del verdadero campo mexicano, el que representan, por ejemplo,
los productores de Sinaloa y Chihuahua, de Michoacán, Jalisco y Sonora,
de Guanajuato, entre otros, que son los que sostienen la producción
agrícola y buena parte del comercio exterior del país.
Cuando dice que el apoyo será sólo para los más pobres está
sacrificando al sector productivo más exitoso de las últimas dos, tres
décadas.
Por eso, la confusión es tan marcada. Este fin de semana, el
Presidente preguntó en Jalisco, ante comunidades indígenas: “¿Saben cómo
aprobaban el presupuesto? Por unanimidad.
¿Qué significa esto? Que, si son 500 diputados, todos votaban a favor”. Para el Presidente eso significaba que “los maiceaban
bien, pues. ¿Pero qué sucedía? Se quedaba el dinero en las
organizaciones, arriba y no le llegaba nada a la gente. Por eso ahora
hay protesta, pero ya no va a ser así”.
Asombra que el Presidente de la República crea que la votación por
unanimidad o por amplia mayoría de los presupuestos se da simplemente
porque los diputados estaban maiceados, corrompidos.
El
presupuesto es el mayor ejercicio político que se da año con año en el
Congreso (en México y en cualquier democracia) y es la base de los
acuerdos que se pueden lograr para la gobernabilidad y el desarrollo del
país.
Lograr un consenso, el mayor posible en la aprobación del
presupuesto, es uno de los principales objetivos de cualquier gobierno
porque eso da bases comunes para avanzar hacia el futuro.
No entenderlo o preferir un presupuesto impuesto por mayoría es una apuesta por la polarización y la ruptura.
La confusión se escenifica sobre todo dentro de Morena. Al mismo
tiempo que, en Jalisco, el Presidente aseguraba que no habría cambios en
el presupuesto, el presidente de la Comisión de Desarrollo y
Conservación Rural de la Cámara de Diputados, Eraclio Rodríguez, informaba que había obtenido 24 mil millones de pesos adicionales para agricultura por contrato y cobertura de seguros.
Y
que los recursos del Fonden (¿el Fondo de Desastres Naturales?) se
destinarán para la producción agropecuaria, ganadera y pesquera, y que
de esa manera se podrá aprobar el presupuesto,
lo descalificaba Patricia Terrazas, presidenta de la Comisión de Hacienda, quien decía que ese acuerdo era “incierto” y un engaño, que no habría apoyos directos.
El oficialismo y la oposición conviven dentro del gobierno, unos se
convierten en otros, de acuerdo a la coyuntura, y son agitados unos
contra otros por el propio Presidente en una lógica de polarización
constante.
En el presupuesto y en todo. Es un camino que lleva al desastre.